La palabra “crisis” es utilizada en diversos sentidos. Primeramente, es necesario mencionar que proviene del vocablo griego krisis (decisión) y krino (separar); así pues, conlleva ruptura, pero al mismo tiempo esperanza y oportunidad.
La crisis emocional consiste en un estado de angustia por motivo de un desarrollo acelerado. Cuando estamos en crisis se rompe nuestra conciencia para ampliar nuestro saber e integridad, es como un rompecabezas que va subiendo poco a poco su complejidad: primero dos piezas, luego cuatro piezas y así sucesivamente hasta llegar a las 1000 piezas al final de la vida. Cada vez que se logra armar el rompecabezas hay satisfacción y armonía interna que conocemos como zona de confort, pero luego viene un cambio, por ejemplo, el domicilio, un nuevo año, la muerte de un familiar o cosas sencillas como que ya no nos queden nuestros tenis favoritos. En estos momentos se desarma el rompecabezas y aumenta su complejidad, así que la crisis da la oportunidad de volverlo a armar incluyendo nuevos aspectos que antes no se conocían y que enriquecen la experiencia de la vida emocional.
La crisis según Albert Einstein:
«No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a una persona y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis, se supera a si mismo sin quedar “superado”.
Quien atribuye a las crisis su fracaso y penurias, violenta su propio talento y respeta más los problemas que las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El problema de las personas y los países es la pereza para encontrar salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.»
Cada vez que hay un cambio en la vida, se presenta una crisis y con esto un movimiento de asimilación y acomodación, los recursos psicológicos como la tristeza y el optimismo se ponen en marcha para acomodar la experiencia a modo de un aprendizaje. Aprender de las experiencias difíciles, ya sean internas o externas, nos ayuda a avanzar hacia escenarios más complejos y de más responsabilidad, pues ocurre que contamos con la preparación de la madurez suficiente para hacer frente a nuevos retos.
Las crisis son parte de la vida y es importante recibirlas como un aspecto sano del desarrollo para transitar los momentos de angustia e incertidumbre. Al recibirlas como parte de la vida disminuimos la tensión psicológica, pues cuando se dice “esto no debería estar pasando”, se sufre doble, una por el movimiento que atrae la crisis y dos porque no debería pasar. Así que es preferible aceptar la tensión psicológica como una parte vital del desarrollo psicoemocional.
En la naturaleza hay ejemplos de crisis que –pese al sufrimiento que conllevan– terminan en final feliz, como es el caso de la langosta al crecer. La langosta tiene su esqueleto por fuera de su cuerpo y a esta característica se le llama exoesqueleto, por dentro de su caparazón son suaves y muy vulnerables, su exoesqueleto las protege de ser rápidamente comidas, pero la queratina que produce su coraza una vez solida ya no crece, pero la langosta sí, de tal forma que cuando el caparazón le comienza a quedar chico, la langosta se siente muy incómoda, incluso el seguir creciendo dentro de ese caparazón la puede asfixiar. Entonces la langosta toma la importante decisión de ocultarse en las piedras y quitarse el caparazón y quedarse oculta hasta que le salga su nuevo caparazón y pueda regresar a nadar normalmente.
Cuando aparece la crisis hay que dejarla fluir para que de forma natural se acomode el interno y esto ocurre desde 3 días hasta 3 meses. Mas allá de los 3 meses ya se considera una depresión moderada; crisis por más de 6 meses, depresión de media a grave y por más de un año, depresión de grave a severa.
La prevención consiste en hacer introspección al día, revisar las experiencias del día preguntando ¿cómo te fue hoy?, ¿cómo te sentiste?, ¿qué pudiste haber hecho o dejado de hacer para…?, ¿qué te lo impidió? Y al hacer la reflexión damos oportunidad de acomodar y asimilar el día.
Si sientes que estás en crisis y no sabes cómo salir de ella o quieres saber más acerca de los hábitos de higiene mental para lidiar más fácilmente con ellas, agenda tu cita hoy.
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