Todo surge de la incomodidad. Te contaré un cuento para que sea sencillo comprender que estar incómodo es un motivo correcto para salir de la burbuja:
Estos eran unos padres que amaban a sus dos hijos, uno era inquieto y el otro tranquilo. Pasaban mucho tiempo tratando de lograr mantenerlos seguros, el hermano inquieto sentía protección, por lo tanto jugaba más y se arriesgaba más; en cambio, el hermano tranquilo sentía mucho miedo de que aquello que sus padres temían pudiera tomarlo a él y llevárselo lejos de sus amorosos padres, así que era más tranquilo y cercano a sus padres.
Un día el hermano inquieto sintió un gran deseo de conocer el mundo más allá de lo conquistado y agradeció el amor, nunca creyó los miedos de sus padres y estuvo listo para encontrarse con su camino personal.
El hermano tranquilo estaba ya casi inmóvil, rechazaba todo impulso interno de exploración y juego. A menudo decía «será después» y se afanaba a una rutina sin fin, los padres sentían tanto dolor de la pérdida de su hijo inquieto que casi dejaron de ver al hijo presente. Todo era casi igual que el día anterior, hasta que un día, el padre cayó enfermo y el hijo quieto necesitó encargarse de todo. Fue duro y reconfortante a la vez ver que lo que hacía ayudaba a su familia y a la tranquilidad de su padre, era difícil administrar las posesiones familiares, pero conforme tomaba maestría era cada vez más fuerte en voluntad. Sus padres sintieron orgullo de ver a sus hijos hábiles y autosuficientes, lo habían logrado. Sus hijos eran muy buenos y tenían su lugar en el mundo.
Al final la burbuja de la sobreprotección es una ilusión que nos hace creer que controlamos el ambiente para que los hijos vivan vidas felices, pero realmente la felicidad está en el amor y la libertad.
Deja la burbuja y camina con tus pies, encuentra tu propósito, sirve con amor a tu familia y verás que pronto sentirás confianza y suficiencia.